
Tenía siempre las manos blancas por la arenilla
el paso cansado, cargado de ladrillos
los zapatos un poco grandes
los pantalones rotos,
la piel salpicada con chispitas de colores.
El cincel! La brocha! El martillo! La pala!
Cruzaba la calle cada fin de semana
balanceándose entre el bullicio de los niños,
cayendo dentro de los charcos lodosos
invisible a las miradas cínicas del sastre
que asomaba por la ventana para husmear.
La carreta! La barra! El guaro!
No le llegaba a la nariz
el olor a guayaba podrida,
pero como le dolía.
Seguro no pasa frente a mi casa
ahora que puede dormir...
El loquero! El cigarro! La pobreza!
LOTERIA!