
En la oscuridad, en el tiempo
de cara frente al techo
con el resto de mi nostalgia
y la emoción taciturna de mi pelo suelto
con la explosión de tu olor
cada vez que regresan tus ecos,
tus rastros, tu sombra...
Doy vueltas, me siento,
me pongo de pie,
me pongo de pie,
bajo las gradas corriendo.
Cuando pongo el último paso
no te encuentro por ningún lado.
Habita en mi el sutil rencor
hacia la desventura de tu ausencia
el egoísmo y el desdén de mi amor caprichoso
amargo y grave, dulce y agudo
descolgado de su percha en mi armario
desnudo...
Termino de colocarme frente a la puerta de la entrada
cruzo las manos sobre el corazón
y cierro los ojos,
se instala en mis párpado el ansia y la espera.
Además de las ganas de que vengas...
Siempre tengo ganas de que vengas.
Siempre tengo ganas de que vengas.
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